Un informático, un economista y un ingeniero van en un coche.
De pronto el coche inexplicablemente se detiene. Los tres se ponen a pensar y dar soluciones.
El ingeniero: -Abramos el capo a ver lo que pasa.
El economista: -Se llama a la grúa y que nos traigan otro.
El informático: -Esto es muy fácil!: Salgamos y volvamos a entrar!.
Manolo que entra en una farmacia y dice:
Oiga, me puede vender un preservativo porque esta noche voy a cenar con la familia de la chica con la que salgo desde hace tres meses y después, a ver si cae”.
Mientras el farmacéutico lo atiende, Manolo se queda pensando y dice:”Bueno, mejor me pone dos porque esta chica tiene una hermana que no está nada mal e igual cae también”.
El farmacéutico regresa por otro preservativo y Manolo dice:”Bueno, mejor me va usted a dar tres porque la madre es una cachonda que pone los cuernos a su marido y ya metidos en harina…
”Llega la hora de la cena y aquí tenemos al Manolo comiendo sin quitarse la gabardina, con el cuello subido y la cabeza agachada.
Al acabar, cuando han salido de la casa, va la chica y le dice:”¡Manolo, no sabía que eras tan tímido!”"Ni yo que tu padre era farmacéutico"
Mientras el farmacéutico lo atiende, Manolo se queda pensando y dice:”Bueno, mejor me pone dos porque esta chica tiene una hermana que no está nada mal e igual cae también”.
El farmacéutico regresa por otro preservativo y Manolo dice:”Bueno, mejor me va usted a dar tres porque la madre es una cachonda que pone los cuernos a su marido y ya metidos en harina…
”Llega la hora de la cena y aquí tenemos al Manolo comiendo sin quitarse la gabardina, con el cuello subido y la cabeza agachada.
Al acabar, cuando han salido de la casa, va la chica y le dice:”¡Manolo, no sabía que eras tan tímido!”"Ni yo que tu padre era farmacéutico"
- Padre, perdóneme porque he pecado (Voz femenina).
- Dime, hija, ¿cuáles son tus pecados?
- Padre, el demonio de la tentación se apoderó de mí, pobre pecadora.
- ¿Cómo es eso, hija?
- Es que cuando hablo con un hombre tengo sensaciones en el cuerpo que no sé como describirlas…
- Hija, por favor, que también soy un hombre…
- Sí, padre, por eso vine a confesarme con usted.
- Bueno hija, ¿y cómo son esas sensaciones?
- No sé cómo explicarlas. Por ejemplo, ahora mi cuerpo se rebela a estar de rodillas y necesito ponerme más cómoda.
- ¿En serio?
- Sí, quiero relajarme y quedarme tendida…
- Hija, ¿tendida cómo?
- De espaldas al suelo, hasta que se me pase la tensión…
- Y qué más?
- Siento como que tengo un sufrimiento que no le encuentro acomodo.
- ¿Y qué más?
- Como que espero un poco de calor que me alivie…
- ¿Calor?
- Calor, padre, calor humano, que lleve alivio a mi padecer…
- ¿Y cuán frecuente es esa tentación?
- Permanente, padre. Por ejemplo, ahora me imagino que sus manos sobre mi piel me darían mucho alivio…
- ¡Hija!
- Sí, padre, perdóneme, pero me urge que alguien fuerte me estruje entre sus brazos y me dé el alivio que necesito…
- ¿Por ejemplo yo?
- Por ejemplo, usted es la clase de hombre que imagino me puede aliviar.
- Perdóname , hija mía, pero necesito saber tu edad…
- Setenta y cuatro, padre.
- ¡Ay, hija, vete en paz y no estés jodiendo; lo tuyo es reumatismo!…
- Dime, hija, ¿cuáles son tus pecados?
- Padre, el demonio de la tentación se apoderó de mí, pobre pecadora.
- ¿Cómo es eso, hija?
- Es que cuando hablo con un hombre tengo sensaciones en el cuerpo que no sé como describirlas…
- Hija, por favor, que también soy un hombre…
- Sí, padre, por eso vine a confesarme con usted.
- Bueno hija, ¿y cómo son esas sensaciones?
- No sé cómo explicarlas. Por ejemplo, ahora mi cuerpo se rebela a estar de rodillas y necesito ponerme más cómoda.
- ¿En serio?
- Sí, quiero relajarme y quedarme tendida…
- Hija, ¿tendida cómo?
- De espaldas al suelo, hasta que se me pase la tensión…
- Y qué más?
- Siento como que tengo un sufrimiento que no le encuentro acomodo.
- ¿Y qué más?
- Como que espero un poco de calor que me alivie…
- ¿Calor?
- Calor, padre, calor humano, que lleve alivio a mi padecer…
- ¿Y cuán frecuente es esa tentación?
- Permanente, padre. Por ejemplo, ahora me imagino que sus manos sobre mi piel me darían mucho alivio…
- ¡Hija!
- Sí, padre, perdóneme, pero me urge que alguien fuerte me estruje entre sus brazos y me dé el alivio que necesito…
- ¿Por ejemplo yo?
- Por ejemplo, usted es la clase de hombre que imagino me puede aliviar.
- Perdóname , hija mía, pero necesito saber tu edad…
- Setenta y cuatro, padre.
- ¡Ay, hija, vete en paz y no estés jodiendo; lo tuyo es reumatismo!…